- 02 de diciembre de 2025
A 32 años del sorteo del Mundial 94 en Las Vegas: excesos, polémicas y el día que FIFA perdió la formalidad

En diciembre de 1993, el fútbol mundial se fue de fiesta a un lugar que parecía sacado de una película, no de un reglamento de FIFA: Las Vegas. Entre humo de cigarro, mesas de blackjack, showbiz gringo y maletines con dinero en efectivo, se escribió la historia del sorteo más loco, polémico y revolucionario de los Mundiales.
Y sí: cambió todo para siempre.
De Zúrich al desierto: cuando a FIFA se le ocurrió Vegas
La idea nació en la cabeza de un suizo que se enamoró del caos controlado de Las Vegas. Guido Tognoni, abogado, periodista y después jefe de prensa de FIFA, había visitado la ciudad años antes. No le dio el presupuesto para apostar, pero sí para quedarse con la imagen grabada: hoteles imposibles, vida 24/7 y un desierto convertido en parque temático.
Cuando llegó el momento de elegir la sede del sorteo del Mundial de Estados Unidos 1994, Tognoni levantó la mano: "¿Y si lo hacemos en Las Vegas?"
En Zúrich, más de uno se persignó. Un miembro del Comité Ejecutivo temía la mala imagen de llevar a FIFA a la "Ciudad del Pecado". Pero Joseph Blatter, entonces secretario general, estaba encantado. No solo le fascinaba la idea: él mismo admite que su pareja de aquel tiempo le pidió que lo hiciera ahí.
El comité organizador de Estados Unidos tampoco lo dudó. Sabían que el reto no era solo armar un Mundial, sino convencer a un país donde, en ese momento, solo el 13% de la población sabía que el torneo llegaría al año siguiente. Su meta era clara: "Vamos a montar el mejor show que la FIFA haya visto".

Caesars Palace: FIFA descubre el pecado... y le gusta
Durante una semana, Caesars Palace fue el centro del universo futbolero. Pero no era el clásico ambiente de traje gris, café frío y salas de juntas. Era otro planeta.
Por los pasillos del hotel se cruzaban: Delegados italianos —recién salidos de organizar Italia 90— mirando atónitos las estatuas vivientes del lobby. Jugadores alemanes sentados en mesas de blackjack. Roy Hodgson, técnico de Suiza, juntando cambio para las máquinas tragamonedas. Directivos de FIFA entrando y saliendo de suites lujosas, cenas carísimas y reuniones que terminaban en el casino.
Un testigo recuerda en declaraciones a The New York Times a un ejecutivo caminando por los pasillos con una bolsa de papel llena de dinero en efectivo: 250 mil dólares, sacados de la ventanilla bancaria del casino y, supuestamente, destinados a las federaciones clasificadas.
La noche previa al sorteo, más de mil invitados se sentaron en un salón de Caesars para una cena de gala. Sobre el escenario: Smokey Robinson. En algunas mesas, dirigentes acompañados por escort.
El Mundial de 1994, el torneo que debía conquistar a Estados Unidos, arrancaba así: entre glamour, excesos y una sensación de que nadie sabía muy bien dónde estaba la línea entre negocio, show y locura.
Del sorteo al show televisivo: James Brown, Mickey Mouse y compañía

Los organizadores estadounidenses sabían que un simple acto de sacar pelotitas de un bombo no iba a conquistar a un país acostumbrado al Super Bowl y los premios Oscar. Contrataron a Dick Clark Productions, especialistas en televisión de espectáculo.
El plan fue sencillo: convertir el sorteo en un show de prime time.
El resultado fue una mezcla improbable:
- James Brown abrió el evento cantando Living in America.
Stevie Wonder y Barry Manilow formaron parte del programa.
- Vanessa Williams, ex Miss América, se encargó del cierre.
- En los videos de introducción aparecían William Shatner, David Hasselhoff, los Harlem Globetrotters y hasta Bill Clinton.
Para rematar, el escenario se llenó de celebridades que ayudarían a sacar las pelotas: Carol Alt, Tom Selleck, Beau Bridges, el piloto Mario Andretti y el campeón mundial de peso completo Evander Holyfield. Faye Dunaway, ganadora del Óscar, co-condujo junto al veterano Dick Clark. Para muchos en FIFA, aquello no era un sorteo. Era Las Vegas interpretando al fútbol.
Los puristas en traje contra el ritmo de James Brown
El día del sorteo, el Centro de Convenciones de Las Vegas se transformó en teatro. Luces, humo, bailarines, guitarras, cámaras por todos lados. James Brown tomó el micrófono, hizo lo suyo... y algo raro pasó.
Scott LeTellier, uno de los responsables del comité organizador, lo recuerda bien: Tres mil personas en el público, dos mil con traje y corbata. Nadie se levantó a bailar. Aplausos tímidos, cabezas que se movían apenas. Era el choque frontal de dos mundos: El de FIFA, europeo, serio, jerárquico. El de Las Vegas, excesivo, teatral, casi caricaturesco.
Entre esos dos extremos, el fútbol trataba de encontrar su lugar en Estados Unidos.
Robin Williams entra en escena... y se burla de Blatter
Y entonces llegó el momento que pasaría a la historia.
En medio del sorteo, subió al escenario Robin Williams, estrella de Hollywood, recién salido del éxito de Mrs. Doubtfire. Le habían dicho que no improvisara, que se apegara al guion. Pero él fue con el productor y preguntó: "¿Puedo divertirme un poco allá arriba?"
La respuesta, evidentemente, fue sí.
Williams tomó la mano del suizo y le soltó: "Mr. Bladder (vejiga en español), encantado de conocerlo después de sentirlo tantos años". El público estalló. Siguieron chistes sobre el nombre de Blatter, bromas sobre "bolas azules", referencias al baño, a los guantes, a todo lo que se pudiera.
Muchos directivos se ofendieron. ¿Un comediante burlándose de la máxima autoridad del escenario?
Pero Blatter, fan del teatro y amante del protagonismo, lo disfrutó. Años más tarde aún habla de ese momento como algo "extraordinario". Después del show, se abrazaron entre bambalinas.
Ahí, en vivo, el fútbol se convirtió en entretenimiento televisivo total. Ya no había vuelta atrás.
Mientras el show hacía historia, la gran figura que todo el mundo quería ver estaba sentada lejos del escenario, perdida entre la audiencia: Pelé.
En la lista de leyendas que sí aparecieron estaban Eusébio, Bobby Charlton, Michel Platini, Marco van Basten, Roger Milla, Tony Meola. Pero el único nombre que realmente reconocía el público estadounidense no salió a escena.
La razón era una guerra interna. Pelé había denunciado supuestos actos de corrupción en la federación brasileña, dirigida por el yerno de João Havelange, presidente de FIFA. Se demandaron mutuamente. Havelange tomó partido... y decidió vetarlo.
Blatter y los organizadores estadounidenses intentaron convencerlo de que lo dejara participar, aunque fuera mencionándolo. La respuesta fue tajante: "Si mencionas el nombre de Pelé, me levanto y cierro la ceremonia".

Entre tanta anécdota, también hubo fútbol... y polémica. Cuando se sorteó el Bombo 2, salió Colombia, candidata seria al título tras golear 5-0 a Argentina en las eliminatorias. Entonces, sin apoyo de computadoras ni simuladores como ahora, Blatter la mandó directamente al Grupo A con Estados Unidos, saltándose cuatro grupos.
Alan Rothenberg, jefe del comité organizador, explotó. Testigos lo recuerdan gritando, cruzado de brazos, completamente fuera de sí en la primera fila. No entendía por qué se había alterado el orden que se había ensayado un día antes.
Blatter alegó que intentaba evitar cruces entre sudamericanos y un México–Estados Unidos en fase de grupos. Aun así, hasta hoy, para muchos, ese movimiento fue un misterio... o una jugada arriesgada.
El técnico de Estados Unidos, Bora Milutinović, lo vio distinto: estaba feliz. Meses después, su selección derrotaría 2-1 a Colombia en Pasadena, en uno de los partidos más recordados de aquel Mundial.
Cuando la función terminó, muchos en Europa se escandalizaron. Un periodista británico resumió la sensación de los puristas con una frase: "¿Qué carajos tiene que ver todo esto con el fútbol?"
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La respuesta, con el tiempo, fue clara: tiene que ver con lo que el fútbol estaba a punto de convertirse.
Por eso, cuando hoy hablamos del sorteo del Mundial 2026 en Washington D. C., con producción millonaria, transmisión global y semanas de expectativa, hay una línea directa que nos lleva de vuelta a aquel diciembre del 93.
En medio de casinos, chistes de Robin Williams y el fantasma de Pelé, Las Vegas fue el lugar donde el sorteo del Mundial dejó de ser un trámite y se convirtió en show. Y desde entonces, le guste o no a los puristas, el fútbol ya no volvió a ser el mismo.




